lunes, 11 de abril de 2011

MANUEL ORTIZ PRONUNCIA UN ORIGINAL Y REFLEXIVO PREGÓN DE SEMANA SANTA



El Domingo de Pasión ha vuelvo a congregar un año más la atención del mundo cofrade prieguense en torno al Pregón de Semana Santa, sin lugar a dudas uno de los actos en los que la inminente llegada de la Semana Mayor se palpa en el ambiente. Un obligado punto de encuentro cofradiero que en esta ocasión presentaba como gran atractivo la juventud de la persona que ocuparía el atril de orador, Manuel Ortiz Carrillo, uno de los pregoneros más jóvenes con los que ha contado nuestra Semana Santa.
El escenario del Teatro Victoria presentaba para la ocasión una austera decoración, compuesta por pendones de las cofradías y hermandades preiguense de pasión y el de la Agrupación General de Hermandades y Cofradías ubicados en su parte izquierda, una pantalla de proyección en la parte central, mientras que en la derecha se había dispuesto la insignia de la hermandad del Mayor Dolor, el atril y tras éste la cruz mediatriz escoltada por dos ciriales.
Tras la presentación del pregonero, realizada desde la gran amistad que los une por Rafael Gómez Serrano, Manuel Ortiz inició una declamación cargada de vivencias y dedicada a su padre, “y a todos los que trabajan por la Semana Santa”. Un pregón original en cuanto a su estructura, alejada del recorrido cronológico de las distintas estaciones de penitencia o del propio relato evangélico, que descansó en sus vivencias como miembro activo de las hermandades del Mayor Dolor y el Nazareno, sobre las que Ortiz articuló buena parte de su alocución, en la que utilizó la prosa y el verso y en la que confesó su amor por el mundo cofrade, sin desligarlo en ningún momento de su faceta como cristiano, así como la importancia de la Vigilia Pascual, que definió como el acto más importante de la Semana Santa y la que da sentido a la misma.
Como apoyo a sus palabras, el pregonero recurrió en dos ocasiones a sendos montajes fotográficos, contando en el segundo de ellos como banda sonora con la intervención de una saetera, en el que tal vez fuera uno de los momentos más especiales de su intervención, tanto por las imágenes proyectadas como por la letra de la saeta, dedicada a la hermandad del Mayor Dolor, congregación que como el pregonero confesó, “es mi vida”.

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