Pedir perdón es una de las cosas que más nos cuesta en esta vida. Lo reconozco. Metemos la pata por tal o cual cosa con mucha facilidad y luego furmular una disculpa se nos hace una cuesta arriba interminable.
Pues como yo metí la pata hablando de cosas personales donde no debía, ahora pido disculpas públicamente a todos los ofendidos. No era esa en absoluto mi intención, ya que los trapos sucios me gusta lavarlos, a ser posible, en privado.
Así que lo dicho, perdón de corazón por unas palabras que nunca debieron salir de donde lo hicieron.
miércoles, 27 de febrero de 2008
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